viernes, 23 de marzo de 2012

Libertad para elegir

Entre cada estímulo y cada respuesta hay un intervalo en el que tenemos la posibilidad de escoger el sentido que damos a lo que sucede en un momento dado. El estímulo puede ser alguien que le hable en un tono que no le guste, alguien haciendo algo que le haya pedido varias veces que no haga, un acontecimiento inesperado que no haya anticipado, alguien que le elogie cuando menos se lo esperaba, un hueco entre las nubes que deje pasar el sol en un día lluvioso, una pérdida, una sorpresa positiva, una crisis mundial o el llanto de un niño.

Podría ser cualquier cosa. La cuestión es lo que usted haga con ese acontecimiento. En el tiempo que sigue a la ocurrencia del acontecimiento -y pueden ser pocos segundos, pero también pueden ser años- ¿qué se le pasa por la cabeza?. El sentido que usted le da a lo sucedido es lo que influye en su respuesta y sus reacciones.

Entre cada estímulo y cada respuesta, hay un intervalo de tiempo y lo que hacemos en este intervalo es lo que es significativo en términos de influencia en nuestro estado emocional y por lo tanto en nuestra reacción.

El intervalo puede durar sólo unos microsegundos, pero en esa fracción temporal podemos imaginar cómo acabará la situación, tener una conversación interior con nosotros mismos y recordar imágenes del pasado o una conversación que hayamos tenido antes. Estas acciones internas son las que afectan a nuestra forma de dar sentido a nuestras vidas.

Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: el ser humano tiene la libertad interior de elegir. La libertad de elegir incluye los privilegios que nos singularizan como seres humanos, además de la autoconciencia, tenemos imaginación, capacidad para ejercer la creación en nuestras mentes yendo más allá de la realidad presente.

Tenemos conciencia moral, una profunda percepción interior de lo que es correcto o incorrecto, de los principios que gobiernan nuestra conducta y de la medida en que nuestros pensamientos y acciones están en armonía con dichos principios.

Y tenemos voluntad independiente, capacidad para actuar sobre la base de nuestra autoconciencia, libres de cualquier otra influencia; capacidad para tomar decisiones y elegir y después actuar en consecuencia, actuar en lugar de «ser actuado».

Entre el estímulo y la respuesta existe un espacio. En este espacio se halla el poder para elegir nuestra respuesta. En la respuesta yacen el crecimiento y la libertad del ser humano.

Stephen Covey
 

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