viernes, 23 de marzo de 2012

Lo bueno de estar enfermos...

El mal que aqueja a un amigo me ha hecho comprender que cuando estamos enfermos es cuando mejores somos. Pues ¿hay algún enfermo que esté corroído por la avaricia o por la lujuria?

Ya no es esclavo del amor, ya no ambiciona los honores, desdeña las riquezas y se contenta con la fortuna que tiene, por pequeña que sea, convencido de que tendrá que abandonarlo.

Es entonces cuando recuerda que existen dioses y que él es mortal, por lo que no siente envidia, ni admiración ni menosprecio por nadie. No siente interés ni gusto por las habladurías; sólo los baños y los fuentes avivan sus pensamientos. El objeto de sus anhelos, el fin de sus deseos es que si consigue sanar, promete consagrarse a una vida placentera y ociosa, es decir inocente y feliz.

Este hecho nos proporciona a ti y a mí un ejemplo breve de aquello que los filósofos intentan enseñar mediante largos discursos y tiedos tratados: que mientras gozamos de buena salud deberíamos llevar una vida como la que nos prometemos adoptar cuando estamos enfermos.

Cayo Plinio Sicilio Segundo (62-113)
 

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