lunes, 18 de junio de 2012
¿Qué te mueve en la vida?
¿Qué te hace vibrar?
¿Qué cosa te sacude desde adentro y te quita la respiración, así sea por unos cuantos segundos? ¿Qué fuerza te hace ascender y después no quiere hacerte bajar?
Hay algo que no podemos entender y que nos ocurre muy de tanto en tanto, de manera inexplicable. A veces un curioso vigor nos resucita de la monotonía. Todas las personas tenemos algún milagro pasional escondido que nos empuja, que nos mueve al compás de un ritmo personal no imitable: impulso vital, interés absorbente, sentido de vida.
¿Qué te mueve? Pero no desde la teoría o la carga de los conceptos, sino de verdad, con los huesos y las entrañas. ¿Qué te hace conmocionar hasta perder el norte y encontrarte cara a cara con la brillantez del ingenio o la oscura sombra de la tristeza?
Es que en un instante se puede justificar la vida entera o desechar la muerte. Los motivos para vivir pueden ser tan pocos y tan grandes, o tantos y tan estúpidos. Lo importante es que sean tuyos, que aparezcan con cada pulsación y se expulsen en cada bocanada de aire que te mantiene en pie.
¿Hace cuánto no te emocionas sin 'razones valederas', o con aquel beso inesperado, ilógico, que alguien te regala por la espalda? La modorra te ha vuelto torpe, ya no persigues imposibles, ya no te dejas asfixiar por la ilusión, ya no te seducen las quimeras. Y si nada te mueve y nada te sorprende y apenas te ríes y casi nunca te sonríes con el alma dispuesta, te estás apagando.
Necesitas el frenesí de la irreverencia de tanto en tanto, como cuando la lluvia no te molesta y dejas que el amanecer se meta por tu piel. O cuando el jefe empieza a parecerse a un rinoceronte de corbata y la oficina una jaula repleta de micos bien educados. Sé que te pasa alguna vez, y aunque te asustas, lo disfrutas porque secretamente te rebelas y dejas correr la imaginación como una cascada que refresca tu esencia.
Tienes el don de emocionarte hasta rabiar, de vibrar bajo el calor de una idea, de bailotear en la meta que parecería inalcanzable, de producir vida, de mirar al sol cara a cara, de 'soplar en el viento' (como dice la vieja canción), de indignarte, amar y arrugarte.
No te resignes a la quietud, a la impasible habituación, a la rutina atrevida y arrogante que ostentan los aburridos. Movilízate como una manifestante de tu propia identidad, deja que tus creencias sanas te rebasen, explora el gusto de sentir los sentidos, pégate a lo que te mueve, a lo que te incomoda. No te resignes a vivir de la mano de la mediocridad apoltronada en lo predecible, siempre lo predecible.
Pregúntate qué quieres de verdad, qué añoras en ese relámpago infinitesimal antes de dormir, qué te revoluciona esencialmente. Júrate a ti mismo que nunca dejarás apagar la 'llama doble' que alumbra tu interior.
¡Enciende una fogata en tu corazón! Sólo así estarás vivo.
Walter Riso
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Los sueños, lo que defiendo por convicción, el amor de mi hijo, eso.
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