miércoles, 4 de julio de 2012

El fenómeno Fan ¿Por qué soy tan Fan?



¿Por qué nos deslumbran las celebridades, suspiramos por ellas, forramos paredes y carpetas con sus fotos, entonamos su nombre, gritamos, lloramos y nos estremecemos a su visita?
Alguno son incluso capaces de dar su vida por ellos si se lo pidieran y otros de quitársela a su estrella. ¿Es todo ello normal?

Los humanos presentamos una capacidad natural para seguir a otros, algo que la evolución ha desarrollado, que aprendemos desde bebés siguiendo a nuestra madre y que resulta esencial para sobrevivir. Especialmente porque el humano necesita de un período de infancia prolongado para madurar su cerebro y hacerse independiente.
Ser un seguidor es nuestro modo de actuación por defecto y un fan es un tipo especial de seguidor que podemos definir como aquella persona con un gusto o entusiasmo especial por alguien que es el foco de atención del ojo público, un actor o cualquier celebridad.

En el sentido actual el término fan comenzó a utilizarse en la Inglaterra del siglo XIX para referirse a los seguidores del boxeo. Es una abreviatura de la palabra latina fanaticus  que significa “locura de inspiración divina”, que hacia el año 1550 se introdujo en el idioma inglés para denotar “un marcado entusiasmo y, por lo general, una intensa devoción carente de toda critica”.
El llamado fenómeno fan es una deformación de nuestro impulso natural por seguir a alguien que, según los estudios, llega a asumir cotas de obsesión en una de cada ocho personas, cuya atención y devoción se centran unilateralmente en una persona famosa.
Un fenómeno que en una de cada 50 personas puede convertirse hasta en una patología que afecte a su vida diaria.

 Un dato: Beatlemanía, la popularidad de The Beatles y la devoción de sus seguidores hacía que sus apariciones se recibieran con desenfreno. La policía británica usaba agua a presión para controlarlos y el Parlamento debatía sobre la seguridad de los agentes.

¿Te levantas con deseos de leer lo último que ha escrito tu estrella en Twitter, tras haberte acostado después de pasar horas pegado a la televisión observando qué pasa en la casa de Gran Hermano? ¿Quisieras ser como ellos, envidias su cuerpo, su suerte, su dinero y no puedes pasar un momento sin hablar de tu famoso? Si es así, ten cuidado, puedes tener un problema.
Los psicólogos denominan a esta obsesión el “síndrome de adoración de los famosos”. Se trata de una relación con cualquier celebridad en la que nos involucramos personalmente sin que este ni siquiera nos conozca y en la que existe diferentes grados de ensoñación y fantasía con esa persona. Los síntomas son fáciles de reconocer. Párate por un momento, cierra los ojos y recuerda a tu famoso favorito en tus años de adolescencia. ¿Dime ahora qué hacías, forrabas tu carpeta con su foto, eras capaz de acampar por unas entradas, mentir a tus padres para ir a su concierto, te pasabas horas hablando con tus amigos sobre la vida y avatares de tu ídolo o eras de los que lloraba si te enterabas de que algo malo le había pasado?
Definir la intensidad de tu relación con el personaje nos ayudará a comprender lo que sucede.

En la Universidad de Leicester (Reino Unido), el psicólogo británico John Maltby ha estado estudiando durante años el fenómeno fan. En 2003 analizó a 700 personas, comprendidas entre los 16 y 60 años, a las que pasó un cuestionario de actitud hacia las celebridades, observando que se pueden crear tres grupos dependiendo del grado de implicación que tengan con el famoso:

El primer grupo lo comprenden aquellos fans moderados de carácter extrovertido y gregario –es decir, con muchos amigos-, a los que les encanta hablar y comentar sobre su famoso favorito. Es su modo de socializar y no supone nada mas que una forma de entretenimiento. Este grupo lo constituyen el 22% de las personas.
A diferencia del anterior, el siguiente grupo está formado por el 12% de la población. Estos mantienen una relación personal intensa con su ídolo. La adoración que le profesan supone sentimientos intensos y compulsivos que rozan la obsesión y tienden a expresarse en términos de complicidad con el famoso, aunque en realidad no lo conozcan: “Comparto con mi celebridad favorita un vinculo especial que no podría describir en palabras” o “cuando le ocurre algo, siento como si me ocurriera lo mismo”.

Como los fans de los conciertos de The Beatles, estos pueden llorar por ellos, ser miembros activos de su club de fans o fantasear con su ídolo. Este grupo es el que se ve más influido por el famoso, ya que en muchos miden su imagen personal en relación a este, como veremos más adelante.
El 2% del las personas –aquellos con rasgos antisociales, problemáticos, de carácter impulsivo y solitario-, pueden llegar a desarrollar una relación patológica con su celebridad. Sus fantasías son ricas y elaboradas; creen que al igual que ellos conocen a su ídolo, este les conoce a ellos, que están vinculados de algún modo o, incluso, que le pertenecen. Pueden mostrarse celosos porque su celebridad se case o afirmar que harían cualquier cosa por ellos si se lo pidieran, incluso si fuera ilegal.

Todos conocemos casos extremos de este tipo. El músico y ex miembro de The Beatles John Lennon murió a manos de uno de sus fans, Mark D. Chapman;
La tenista Mónica Selles fue apuñalada por otro fan para sacarla de la competición y favorecer a su adorada Steffi Graf o, por ejemplo, uno de los últimos casos fue el de la actriz española Sara Casasnovas agredida con una ballesta por un supuesto admirador alemán. Los hay tambien que se suicidan porque no podrán nunca conocer a su ídolo, como ha ocurrido en la actualidad con algunas seguidoras de Justin Bieber o también Michael Jackson. En todas estas personas los límites entre la fantasía y la realidad se habían desvanecido.

Los casos de los ataques a famosos, como señala la psicóloga Pilar Varela, son una forma de poseer al personaje que admiran y, en algunas ocasiones, devolverle la frialdad con la que el fan siente que se le ha tratado. Hay que recordar que el fenómeno fan es una relación desigual y las personas que conforman este grupo de comportamiento extremo, como explicaba al diario El Pais el psicólogo José Pinedo, son “personas con baja autoestima, con una capacidad de definirse a sí mismas bastante precaria y que necesitan tener un referente externo que les permita crear una identidad”

 Un dato: Mark D. Chapman (Texas, 1955) Su fervor por Lennon se volvió en obsesión y odio. Tras esperarlo varias horas cerca de su casa –y de que le firmara un disco- disparó cuatro veces contra la espalda del artista. A los 55 años dijo lamentar el asesinato.

Seguidores modelados a su imagen y semejanza.
En los últimos años Internet y Twitter han revolucionado esta relación favoreciendo la sensación de cercanía con los famosos. Cuando el famoso comparte con nosotros a través de estos medios es más fácil creer que existe cierto nivel de intimidad, especialmente cuando el famoso comparte detalles de su vida privada. Entre los millones de seguidores de la cantante Lady Gaga no es raro que haya algún problemático. Compartir detalles íntimos puede resultar peligroso porque “si en el grado máximo de erotomanía (deseo sexual exagerado) el fan recibe por la red la respuesta de su ídolo, esa relación patológica y perversa puede convertir la admiración en agresión”, explicó a Efe Varela, autora del libro Fans e ídolos (La esfera de los libros, 2005).

Superdelgada, con buen pecho, alta y rubia. ¡Ah! ¿Qué no eres así? Bueno, yo tampoco. Sin embargo, esta es la imagen tipo del famoso de hoy en día y la imagen que los medios imponen a las adolescentes. Esta vez me refiero a ellas, porque son más susceptibles a esta influencia y más capaces de hacer lo que sea por conseguir esa “espléndida imagen”. Fue Maltby y su grupo quienes de nuevo observaron que existe una relación entre el interés que tenemos por las celebridades y nuestra imagen corporal. En esta ocasión se estudiaron tres grupos de individuos: adolescentes, estudiantes y adultos mayores, a los que se les pidió que eligieran a una celebridad de su mismo sexo de la que admirasen su figura y que, a continuación, rellenaran un cuestionario de actitud hacia las celebridades.
El estudio mostró una fuerte conexión entre la imagen corporal del famoso elegido y la intensidad de la relación personal que sienten por él (segundo tipo de seguidores), en especial, entre las adolescentes de 14 y 16 años. Algo que no ocurre en el primer grupo de fans, para los que la celebridad es un entretenimiento más; ni en el ultimo, en donde roza la enfermedad. Es importante ver que la relación que se crea con las figuras mediáticas a las que se percibe como un ideal de belleza corporal se hace en detrimento de la propia imagen física. Por ello es importante no potenciar desde los medios una figura anoréxica entre las modelos y actrices.

Lo mismo ocurre con la constante propaganda de retoques estéticos entre famosos. En 2012 Maltby demostró que se puede incluso pronosticar a través de los cuestionarios de actitud hacia los famosos, si una persona se someterá o no a una operación de cirugía estética en los ocho meses siguientes de haber tomado el test. La baja autoestima, la depresión y la búsqueda de una mejora en las relaciones sociales puede ser de utilidad para comprender este fenómeno que aqueja principalmente a la adolescencia. 

Al clamor de la masa
¿Pero qué hace a nuestro cerebro atractivo el asistir a un concierto de música, un partido de fútbol o un mitin de nuestro político favorito? EL clamor de la masa, la exaltación de los fans observando a su equipo, se debe a que su cerebro reacciona como si fuera él mismo el que estuviera en el campo jugando, gracias a nuestras neuronas espejo; unas neuronas que activan, cuando vemos a otros realizar cualquier actividad, la misma zona cerebral que si estuviéramos llevando a cabo la actividad nosotros mismos. Más aún, si nuestro equipo va ganando nuestra testosterona se incrementará notablemente, mientras que si pierde decrecerá.
Incluso la imagen que tengamos de nosotros mismos se verá influenciada en esos momentos, sintiéndonos más atractivos sexualmente si nuestro equipo gana, y esto ocurre tanto en hombres como en mujeres.

Un dato: El actor Ashton Kutcher una de las celebridades más twitteras y uno de los primeros en apoyar esta tecnología, debe mucho de su elección como protagonista de la serie Dos hombres y medio a sus numero de seguidores en Twitter. Los casi 11 millones de seguidores que cuenta actualmente es un gran valor añadido para cualquier canal de televisión que busca audiencia. La CBS lo sabe y sus primeros capítulos con Kutcher lo demostraron: 28 millones de telespectadores en el primer capítulo de la primera temporada con Kutcher y 15 millones de media en las temporadas 2011 y 2012.

Cuáles son los motivos que nos da la evolución.
La excitación de esos momentos, el subidón que se produce, es tan real que los niveles de dopamina en los cerebros de los fans se incrementan significativamente, al igual que ocurriría si esnifaran cocaína. Su ritmo cardíaco, las ondas cerebrales y la transpiración son comparables en esos momentos a la reacción que se produce al observar fotos eróticas. A todo ello hay que añadirle el gran aliciente psicológico que tiene el sentirse parte de un grupo. A pesar de lo comentado, no se sabe a ciencia cierta qué nos lleva a desarrollar este tipo de relaciones con los famosos.
Algunos investigadores lo explican diciendo que la relación que creamos con ellos es el sustituto de otras más convencionales que antes manteníamos con nuestros conocidos, vecinos, amigos y familia, y que se deriva del “trato diario” que tenemos con ellos a través de los medios de comunicación.
Existen varias teorías, inclusive del papel que desempeñaría el cotilleo, que comienzan a ver el fenómeno como una capacidad adaptativa, con un papel fundamental en la dinámica de grupo.

En realidad se trata de una forma de aglutinar al grupo análoga al acicalamiento que los primates se hacen entre si. Es un tipo de aglutinante social y, además, el cotilleo nos permite aprender de otros. Como señala el psicólogo experimental Steven Pinker, hablar de otros nos informa del tipo de juegos o estrategias que la gente despliega en el mundo real, preparándonos para entrar a formar parte de ellos. El cotilleo nos abre los ojos a la realidad. La inteligencia social requiere poder predecir el comportamiento de otros y poder influenciarlo, y la información sobre la vida de los demás puede resultarnos muy útil para nuestra supervivencia.
Si nos gusta saber de nuestros conocidos y figuras públicas es porque la evolución lo ha seleccionado. La teoría evolutiva del liderazgo sugiere asimismo que el cotilleo es una forma, no sólo de conocer la cualidad moral del líder que apoyamos, sino el arma con la que alzarlo o destronarlo –creo que todos recordamos aún al ex presidente de EE UU Bill Clinton y el escándalo con la por entonces becaria Mónica Lewinsky. La información es poder, es el poder en las manos de los seguidores, y el que nos preocupemos por celebridades como Paris Milton, carentes de otro motivo pare ser famosas que el hecho de serlo, es el fruto de la antigua estrategia que un día nos ayudó a subsistir en las cavernas trasladada a las grandes urbes y cultura del siglo XIX. Uno de nuestros muchos desajustes evolutivos.

El ideal: llegar a ser famoso.
Deseamos ser famosos y en la sociedad actual es fácil llegar a serlo sin poseer ninguna cualidad de valor, simplemente por el mero hecho de salir en los medios de comunicación. ¿Es esto una necesidad natural? No lo sé, pero, sin duda, una necesidad que puede manipularse. Todos los medias susceptibles de llevar publicidad, como la televisión, los periódicos, revistas, radio, Facebook, etc… ,se aprovechan de ese deseo de consumir fama que tenemos los humanos, porque ello atrae audiencias y estas son el producto real con el que los medios comercian: audiencias que son valoradas y vendidas luego a los publicistas.

Un dato: El fervor de los fans a veces tiene consecuencias que obligan a actores, cantantes o deportistas a mantener distancias de seguridad con estos. Recientemente Robert Pattinson, el protagonista de la trilogía de la saga de vampiros juveniles Crepúsculo, fue atropellado por un taxista cuando intentaba huir de un grupo de admiradores que le acosaban. Tal vez le hubiera venido mejor utilizar contra ellos ajo.

Como señalaron los investigadores Owen B. M. y S. S. Wildman en 1992, las cadenas de televisión no emiten en realidad programas. Su misión es generar audiencias, porque los beneficios de las compañías mediáticas aumentan con el número de telespectadores. Y todos conocemos la capacidad de atraer audiencias que tiene las estrellas. Hechas a si mismas o creadas por las compañías mediáticas, las estrellas son la mejor herramienta para promocionar una película, un programa de música, una camiseta o recaudar dinero por una buena causa.
Tal vez la mayor diferencia entre ambos tipos de celebridades –las echas a si mismas y las creadas-, como nos dice Stephan Nuesch en su libro The Economics of Superstars and Celebrities (La economía de las superestrellas y famosos) es que las primeras, cuando llegan a la fama cobran mucho, es decir, sus demandas económicas son mucho más elevadas que la de los famosos que los propios medios de comunicación crean para su propio provecho.

Aunque las estrellas de programas como Factor X y similares no brillen tanto como las superestrellas, reportan muchos más beneficios a los medios. A ello podemos unir que crear una estrella a partir de cantantes anónimos dándoles el acceso a una plataforma mediática y permitiendo que el cantante sea elegido como estrella por la votación de la audiencia, toca uno de los puntos clave de la teoría evolutiva del liderazgo: el dejar que el líder (léase celebridad) sea elegido de entre la masa, para que goce así de la legitimidad del grupo.

Un reportaje de Susana Pinar García (Bióloga) 

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