Un niño sintió que se le rompía el corazón cuando encontró, junto
al estanque, a su querida tortuga patas arriba, inmóvil y sin vida.
Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: “No llores, hijo. Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga. Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos una lápida para su tumba con su nombre grabado. Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la tumba con una cerca”.
Su padre hizo cuanto pudo por consolarlo: “No llores, hijo. Vamos a organizar un precioso funeral por el señor Tortuga. Le haremos un pequeño ataúd forrado en seda y encargaremos una lápida para su tumba con su nombre grabado. Luego le pondremos flores todos los días y rodearemos la tumba con una cerca”.
El niño se secó las lágrimas y
se entusiasmó con el proyecto. Cuando todo estuvo dispuesto, se formó el
cortejo -el padre, la madre, la criada y, delante de todos, el niño- y
empezaron a avanzar solemnemente hacia el estanque para llevarse el
cuerpo, pero éste había desaparecido.
De pronto, vieron cómo el señor Tortuga emergía del fondo del estanque y nadaba tranquila y gozosamente. El niño, profundamente decepcionado, se quedó mirando fijamente al animal y, al cabo de unos instantes, dijo: “Vamos a matarlo”.
En realidad, no eres tú lo que me importa, sino la sensación que me produce amarte.
Un relato de Anthony de Mello
guau!esto me deja pensando.
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