Existe un consejo garantizado
de una buena educación familiar, que además es muy fácil de utilizar por los
progenitores en el seno hogareño. A los hijos se les debe facilitar todo aquello
que mejore su potencialidad y sus capacidades, pero luego dejar que consigan sus
objetivos por sí mismos, sin adelantárselos sin su esfuerzo personal.
Expliquémoslo con casos concretos: No les compremos un coche, sino que
ayudémosles a que obtengan el permiso de conducción, o no les paguemos unas
vacaciones en el extranjero sino que asuman los costes de que ellos aprendan
idiomas y vayan a trabajar a otros países. O sólo les ayudemos a adquirir un
vehículo si lo necesitan para proseguir sus estudios o para iniciarse en un
empleo.
Todas las personas valoramos las
metas conseguidas en función de nuestra participación directa en su logro y del
precio pagado en persona. Un bocadillo ganado duramente tras colaborar en la
recolección de fruta, sabe mejor que un banquete pagado por los padres. Demos a
nuestros hijos todo aquello que les haga más capaces, más preparados, más
competentes, pero recordemos que si les ofrecemos sus objetivos finales sólo les
convertiremos en inútiles insatisfechos que no conocerán el valor del trabajo y
la alegría del esfuerzo.
Hemos de ayudar a nuestros hijos
al máximo antes de la carrera de la vida, pero luego deben correr solos, y
aprender que sólo se gana con el esfuerzo propio. Cuando descubren el infinito
potencial de voluntad y de creatividad que atesoran, se transforman. La
existencia es deseo, es coraje, es dolor, pero cualquier energía que se invierta
para sacar lo mejor de uno mismo viene acompañada de alegría. Goethe dijo que
una persona se conoce a sí misma no por la reflexión, sino mediante el esfuerzo.
Tratemos de cumplir nuestro deber y pronto conoceremos quiénes somos. Nada
grande se ha conseguido sin entusiasmo, que siempre es un éxito, porque nunca
hay esfuerzos inútiles. Hasta Sísifo desarrollaba sus músculos. Enseñemos a
nuestros hijos que se ama más lo que con más esfuerzo se ha
conseguido.
Mikel
Agirregabiria Agirre
Sin duda, toda la razón.
ResponderEliminar