Iba un hombre caminando por el desierto
cuando oyó una voz que le dijo:
Levanta unos puños de piedritas, mételos a tu bolsillo
y mañana te sentirás a la vez triste y contento.
Aquel hombre obedeció.
Se inclinó, recogió un puñado de piedritas
y se los metió en el bolsillo.
A la mañana siguiente, vio que las piedritas
se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió feliz y triste.
Feliz por haber recogido las piedritas;
triste, por no haber recogido más.
Lo mismo ocurre con la educación.
William Cunningham
cuando oyó una voz que le dijo:
Levanta unos puños de piedritas, mételos a tu bolsillo
y mañana te sentirás a la vez triste y contento.
Aquel hombre obedeció.
Se inclinó, recogió un puñado de piedritas
y se los metió en el bolsillo.
A la mañana siguiente, vio que las piedritas
se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió feliz y triste.
Feliz por haber recogido las piedritas;
triste, por no haber recogido más.
Lo mismo ocurre con la educación.
William Cunningham
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