Cada mañana la reina le preguntaba a su espejo que quién era la
más bella del reino, y aquél le contestaba: "Tú". Hasta el día en que el espejo
le dijo aquello de que su hijastra era la más bella, y allí comenzó la ruina de
la reina. Todas las brujas tienen un espejo.
Ahora cualquiera lo tiene, pero
entonces, en los tiempos de Blancanieves, los espejos eran raros, y caros, mucha
gente moría sin haber visto nunca su propio reflejo, sin saber cómo era su cara.
Pero no las brujas, porque el primer conjuro que una bruja debe realizar es el
de encantarse a sí misma. Debe mirarse al espejo cada mañana y repetirse siete
veces: Eres perfecta. Y este primer encantamiento le proporcionará la fuerza
suficiente para poder realizar después cualquier otro hechizo.
Muchos terapeutas
que nada saben de brujas ni de magia recomiendan lo mismo a sus pacientes:
levantarse cada mañana, plantarse frente al espejo y decirse "te quiero". Porque
si no te llevas bien con la persona que vive al otro lado del espejo, perderás
el poder sobre ti mismo/a y se lo cederás al primero que venga a tu vida. Muchos
de nosotros tenemos que mirar hacia fuera para conseguir nuestra autoestima y
esperamos de los demás que nos valoren para poder así valorarnos a nosotros
mismos, lo que, inevitablemente, nos deja con un regusto amargo de sentirnos
utilizados e invadidos. Y permitimos esta invasión por miedo y por culpa.
Miedo al rechazo, a no gustar, a no estar a la altura de las expectativas del
otro, y culpa cuando no se está. Porque tememos el rechazo de los demás
permitimos que violen nuestros espacios y fronteras emocionales.
El caso es que
no podemos sobrevivir emocionalmente si insistimos en gustarle a todo el mundo y
a poner a los demás por encima de nosotros mismos. En resumen: Por muy topicazo
que esto parezca, y por mucho que suene a consejo de la señorita Francis-Pepis:
Practica ante el espejo. Mirate y di: ¡Me encanto!... Antes o después, alguien
más se encantará.
Lucia Etxebarría