miércoles, 18 de diciembre de 2013
Tirar al blanco
Después de ganar varias competencias de tiro al blanco, el joven y presumido campeón, desafió a un maestro del Zen famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una habilidad técnica muy buena cuando impactó el centro del blanco en su primer intento. Su segundo tiro era igual de perfecto y dijo al anciano:
- ¡Allí lo tiene! ¿Vea si puede igualar eso?
Imperturbado, el maestro no sacó su arco. Le hizo un gesto para que lo acompañara a la montaña.
Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco.
El viejo maestro caminó tranquilamente hasta el centro del frágil y peligroso puente, escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.
- Ahora es su turno, – le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro.
El joven miró con terror el abismo sin fondo y no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco.
- Usted tiene mucha habilidad con su arco, – dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante – pero tiene poca habilidad con la mente, que le deja aflojar el tiro.
Fuente: Tradicional Zen
domingo, 8 de diciembre de 2013
Parábola de la educación
Iba un hombre caminando por el desierto
cuando oyó una voz que le dijo:
Levanta unos puños de piedritas, mételos a tu bolsillo
y mañana te sentirás a la vez triste y contento.
Aquel hombre obedeció.
Se inclinó, recogió un puñado de piedritas
y se los metió en el bolsillo.
A la mañana siguiente, vio que las piedritas
se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió feliz y triste.
Feliz por haber recogido las piedritas;
triste, por no haber recogido más.
Lo mismo ocurre con la educación.
William Cunningham
cuando oyó una voz que le dijo:
Levanta unos puños de piedritas, mételos a tu bolsillo
y mañana te sentirás a la vez triste y contento.
Aquel hombre obedeció.
Se inclinó, recogió un puñado de piedritas
y se los metió en el bolsillo.
A la mañana siguiente, vio que las piedritas
se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió feliz y triste.
Feliz por haber recogido las piedritas;
triste, por no haber recogido más.
Lo mismo ocurre con la educación.
William Cunningham
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