martes, 20 de marzo de 2012

Dar en vida


Es necesario practicar la generosidad con los bienes que poseemos para que no nos suceda lo que dicen de una señora muy rica pero poco generosa que al morir llegó al cielo y en su recorrido con el ángel que la guiaba vio unas habitaciones magníficas. Ella pensó que por su posición le daría una de esas, pero la llevó a un tugurio, y al reclamar que merecía algo mejor, el ángel le explicó: “Con los materiales que envió, esto fue lo único que pudimos fabricarle.”

Hay mucha gente generosa que al morir deja legados para entidades de beneficencia y eso es bueno, pero es mejor dar en vida porque así se verifica que sí se haga buen uso de la donación y además se disfruta de la alegría de ver el bien que se está haciendo. Si uno deja “guacas” para cuando se muera le puede ocurrir lo de los faraones egipcios que se enterraban con todas sus riquezas, que sólo han servido para los museos y los saqueadores de tumbas. No podemos olvidar que al morir solamente nos llevamos para la otra vida lo que dimos.

El ejemplo nos lo dejó Alejandro Magno, de quien se dice que pidió que su ataúd tuviera dos huecos a los lados para que al enterrarlo le sacaran por allí los brazos y se viera que no se llevaba nada. A una persona que pensaba dejar todos sus bienes para obras de caridad cuando muriera, un amigo le contó esta fábula para explicarle la ventaja de dar en vida: “Un cerdo se quejaba con una vaca de que era poco popular a pesar de que daba todo de sí: carne, tocino, jamón, mientras que a la vaca todos la querían cuando apenas daba un poco de leche todos los días, a lo que la vaca le respondió: ‘Lo que pasa es que yo doy en vida...’

Jaime Greiffenstein Ospina
Del libro: Anécdotas y Analogías

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