Carla y Judit habían entrado a trabajar en HumanKey con apenas un mes de diferencia. Carla estaba desde el primer día en aquella agencia de trabajo temporal. A pesar de la crisis, la respuesta de las empresas había sido tan buena que pronto hubo que contratar a una segunda telefonista para atender las llamadas.
Al igual que Carla, en las entrevistas personales y los test antes de ser 
contratada, Judit había demostrado tener una notable empatía con sus 
interlocutores, además de hablar fluidamente cuatro idiomas. Sobre el papel, 
habían dado con la dupla perfecta. En la práctica, sin embargo algo se estaba 
pudriendo en aquel frente clave para la oficina.
La primera señal de preocupación saltó cuando la gerente detectó un extraño 
silencio entre aquellas dos mujeres de edad y formación parecidas. Nunca se las 
veía compartir un café y apenas intercambiaban algunos monosílabos a lo largo de 
la jornada.
La crisis definitiva explotó un lunes por la mañana, cuando Carla fue 
descubierta llorando en el lavabo mientras su teléfono no cesaba de sonar. Judit 
tampoco parecía encontrarse en su mejor día, ya que se equivocó al redireccionar 
dos llamadas.
Ante aquella situación y sin más demora, la gerente convocó al jefe de 
personal para pedirle explicaciones sobre la situación.
-No entiendo lo que está pasando -se disculpó el hombre.
-Ambas empleadas tienen un currículum intachable. No me consta que ninguna 
de ellas sea conflictiva. Según nuestros protocolos, sus perfiles no pueden ser 
más adecuados para el cargo que ocupan.
-En este caso, quiero hablar individualmente con cada una de ellas -dijo la 
gerente.
La primera en entrar al despacho fue Carla. Con treinta años recién 
cumplidos, vestía un impecable traje de chaqueta y llevaba el pelo moreno 
recogido en un moño. La dulce musicalidad de su voz recordaba a las eficientes 
azafatas de las peliculas.
Tras estudiarla con atención, la máxima responsable de la agencia decidió 
tomar el toro por los cuernos,
-Creo que ha tenido un mal día -la tuteó como era de costumbre entre el 
personal de HumanKey -Ahora que las líneas telefónicas estan cerradas hasta 
mañana, me gustaría saber si puedo ayudarte de alguna manera. Soy toda 
oídos.
-Pues, la verdad es que... -la telefonista se sonrojó. -En realidad no sé 
cómo explicar lo que ha sucedido esta mañana. Siento mucho haber abandonado mi 
puesto. Prometo que no volverá a suceder.
-Tampoco su compañera ha estado muy fina. Ha pasado dos veces a nuestro 
mejor cliente con el departamento equivocado.
-Judit es una profesional extraordinaria -se apresuró Carla a defenderla. 
-Seguro que este lapsus tampoco se volverá a repetir.
La gerente suspiró comprensiva y dijo:
-No es el error lo que me preocupa, sino que es obvio que no os lleváis 
bien. Esa negatividad se acaba transmitiendo a los clientes, que acuden a 
nosotros en busca de soluciones, no de problemas.
-Lo entiendo perfectamente -se ruborizó nuevamente Carla. -Nada de esto 
sucedería si no fuera porque... Si, estoy convencida de que Judit me odia.
-¿Cómo has llegado a esta conclusión?
-Aunque llegó después de mí, desde el primer día me ha tratado como a una 
enemiga. Es muy fría conmigo y todo parece molestarle, incluso mi tono de voz al 
atender a los clientes. He tratado de entenderme con ella pero es imposible. 
Está todo el día de mal humor y cuando intento ser amable me rehúye la mirada. 
No hay duda de que me odia.
Minutos más tarde, la gerente recibió en su despecho a Judit. Igual que su 
compañera, vestía un traje chaqueta. Llevaba el pelo corto castaño a la altura 
de las orejas, lo que le daba un aire "retro" que casaba con el empleo de 
telefonista.
La voz diáfana de Judit se hizo oír antes de que su jefa la 
interpelara.
-Siento mucho haber estado tan torpe esta mañana. No volverá a 
ocurrir.
-Acabas de hablar como tu compañera, prácticamente con las mismas palabras. 
-¿Po qué la tratas con tanta frialdad? ¿No te cae bien?
-¿Eso ha dicho Carla? -los ojos de Judit expresaban indignación. -Desde 
que llegué he intentado hacerme su amiga, pero me rehúye la mirada y parece 
molestrale todo de mí, incluso mi voz. Me odia.
La gerente tuvo que contener la sonrisa al llamar al jefe de personal para 
que volviera a citar a Carla.
Ahora las dos telefonistas, visiblemente nerviosas, estaban sentadas ante 
su jefa a la espera de lo que -temían- podía terminar en un despido para 
ambas.
-Vuestros roces no está ocasionados por diferencias de carácter -empezó la 
gerente -sino por todo lo contrario: vosotras dos sois demasiado iguales.
-¿Qué quiere decir con eso? -preguntó Carla mirando aturdida a su 
compañera.
-Hablaré en plata, no me ando con rodeos. Las dos sois hipersensibles, lo 
cual es positivo para la buena atención al cliente, pero vuestro punto débil es 
que vais necesitadas de afecto. Sois ordenadas y cumplidoras en extremo, pero os 
ofendéis demasiado rápido y sospecháis hasta de vuestra sombra.
-Eso no es cierto -se encendió Judit lanzando una mirada cómplice a su 
compañera. -Estamos exagerando un malentendido que...
-Seguro que si indagara en vuestras vidas, hallaría muchas afinidades, ya 
que habéis utilizado incluso las mismas palabras para hablar del conflicto. Por 
ejemplo, las dos vivís solas y vuestro currículum muestra que tenéis aficiones 
muy parecidas. ¿Por qué no resolvéis vuestras diferencias, o mejor dicho, 
vuestras coincidencias mañana sábado con un partido de tenis?
Las operadoras se escandalizaron a la vez ante aquella idea, aunque era 
cierto que las dos le daban a la raqueta.
-Resumiendo, chicas -concluyó la gerente. -Si no queréis sudar en la pista 
de tenis, salid a cenar esta noche y compartid una botella de vino. Seguro que, 
tras el deshielo, lo vais a pasar en grande. ¿Sabéis? Solo nos molesta de los 
demás lo que también hay en nosotros. Quien parece un enemigo es en realidad un 
espejo que nos muestra cómo somos. Lo que nos separa es, en realidad, aquello 
que nos une.
Un escrito de Francesc Miralles
Escritor, periodista, traductor y músico.
Paralelamente a su carrera de novelista, ha escrito numerosos libros de 
psicología y crecimiento personal
 

 
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