En esa época del año, todos los sabios y magos del imperio se encontraban reunidos en Lo-Yang para comparar sus conocimientos. Cada uno de ellos había llevado a sus discípulos. Éstos se vanagloriaban los unos ante los otros de los poderes de sus respectivos maestros.
Un árbol se levantó, hizo unas piruetas en el aire y volvió a plantarse en el suelo.
-Mirad. ¿Habéis visto cómo mi maestro ha movido ese árbol?.
Otro desplazaba una roca, éste caminaba sobre el lago, aquel conseguía volar por encima de la multitud...
Y cada estudiante se pavoneaba, alabando a su maestro y a las proezas de las que era capaz. Sólo había uno que lo observaba todo y permanecía en silencio. Los otros acabaron por volverse hacia él.
-Y tu maestro, ¿qué hace?
-¿Mi maestro? Está allí.
Miraron por todas partes inútilmente.
-Ahí, ¿no lo veis? Está sentado junto a un árbol.
-Pues...¿qué es lo que hace de extraordinario?
-Oh, tiene mucho poder. Cuando está sentado, está sentado; cuando anda, anda; y, cuando duerme, duerme.
- Relato Chino -
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